Los diferentes miedos tienen su anclaje en cuatro preocupaciones fundamentales propias de la condición humana y que tienen que ver con nuestra existencia: la muerte, la soledad, la libertad y el sinsentido. Son miedos pero también son motores de vida. Es por ello que han sido explorados a través de diferentes disciplinas como la psicología, la filosofía, la teología, la literatura en esta búsqueda estamos en compañía- . En este texto compartiremos reflexiones con psicoterapeutas como Irving D. Yalom y N. Mollot.
El miedo, ¿puede ser útil?
Los temores surgen por el mismo hecho de existir, la vida nos confronta con situaciones que nos crean conflicto. Cuando hablamos de miedo, también solemos hacer referencia a vergüenza, ansiedad, angustia. El conflicto genera cambio, movimiento, vida. Para atravesar los conflictos y aprender es preciso tomar conciencia de ellos. Es fundamental poder abrir un pequeño paréntesis en nuestras distracciones cotidianas, dejarnos tiempo de soledad o algo de silencio, así como contar con relaciones de apoyo que nos ayuden a soportar el riesgo de tomar nuevas decisiones.
La terapia favorece este proceso de movimiento en el que podemos explorar el camino con el apoyo de una relación que aporta seguridad y confianza, algo necesario para poder profundizar y encontrar sentido sin perderse.
Los 4 grandes conflictos vitales
Gracias a estos tres ingredientes: la experiencia, el apoyo y la reflexión, podemos transitar por los grandes conflictos vitales:
Muerte- es la más evidente de nuestras preocupaciones, la muerte vendrá en algún momento, es inherente a la condición humana. Las enfermedades, el dolor, el envejecimiento, la muerte de otros seres queridos nos recuerdan que hay un fin. El conflicto y motor primordial de nuestra existencia surge de la tensión entre la muerte y el deseo de vivir.
Libertad- hay diferentes acepciones de libertad muy interesantes. En nuestro caso recogemos la palabra libertad referida al hecho de no tener condicionantes, límites o dependencias. Esta carencia de límites o marcas, nos confronta con una realidad que no tiene un orden predeterminado más que el que cada sociedad y cada persona en particular construyamos. La libertad total por lo tanto nos expone a una realidad sin estructura y también al vacío. Este temor tiene relación con otros conflictos como son el orden frente al caos, lo estabilidad frente a la inestabilidad.
Soledad- llegamos en soledad y partiremos en soledad habiendo recorrido un camino propio. A lo largo de este recorrido oscilaremos entre la necesidad de preservar nuestra singularidad frente a la necesidad de pertenecer a algo, “ser como los demás”, tener algo en común con otras personas. Podemos pertenecer a una familia, tener pareja, pero finalmente las personas estamos solas; esto nos plantea un conflicto fundamental, que es la necesidad de contacto y pertenencia frente a la necesidad de preservar nuestra unicidad y seguir siendo un ser diferenciado de todos los demás.
El sinsentido- hace referencia a la necesidad de construir un mundo propio en el que haya una cierta coherencia, un sentido que pueda ser confirmado por otras personas dentro de un universo que no tiene ningún significado a priori.
Atravesar el miedo
Dependiendo del momento vital en el que nos encontremos, algunas de estas cuestiones tomarán más o menos presencia, ocuparán un espacio mayor en nuestro día a día. Es por ello que en determinadas edades, temas como la libertad o el sinsentido están más presentes que otros aspectos vitales como son la muerte o la soledad. Estas cuestiones surgen de la propia experiencia y para ellas no hay respuestas predeterminadas. La terapia facilita este proceso de búsqueda personal ofreciendo herramientas, un espacio de seguridad y confianza para que podamos encontrar nuestras respuestas.
-Belén Pizarro-